sábado, 14 de octubre de 2017

Crítica de "Logan Lucky"

-Soderbergh vuelve por todo lo alto, demostrando ser no solo el rey del ritmo, sino también uno de los mejores cronistas de la Norteamérica contemporánea.

-Una de las películas más astutas e inteligentes del año. Es además un torrente de diversión disparatada con una espléndida puesta en escena y estupendas interpretaciones.

Desde 2013 el bueno de Steven Soderbergh nos había dejado en la estacada cinematográficamente hablando, su última película fue la notable e infravalorada Side Effects y desde aquello se ha dedicado plenamente a las dos temporadas de su serie The Knick. Pero muchos echábamos de menos ver el increíble talento de este singular cineasta en la gran pantalla. Solo hemos tenido que esperar hasta ayer, cuando finalmente regresó con lo que parece una simple puesta a punto de facultades o una confirmación de que su estilo sigue plenamente en forma. Aunque tal vez debajo del capó esta Logan Lucky esconda mucho más de lo que permite percibir su fachada. Como siempre han hecho las películas de Soderbergh. Porque quizás usted que lee ésto fuera a ver Magic Mike por los tipos guapos y musculados quitándose la ropa al ritmo de la música, pero aquello era también un inesperado retrato de la américa moderna, de la crisis económica, la lucha de clases y el fracaso del utópico sueño americano. Ahora obviando los niveles de lectura, lo importante es que Soderbergh regresa con una alocada comedia de atracos que subvierte Ocean's Eleven con elegancia, pasmosa facilidad y virtuosa agudeza. Así que vamos allá, a conocer a los hermanos Logan. Suena Some Days Are Diamonds.

domingo, 8 de octubre de 2017

Crítica de "Blade Runner 2049"

-Un viaje muy largo y lleno de baches que no lleva a ningún lugar nuevo, ni particularmente interesante ni mínimamente sorprendente respecto a su legendaria antecesora.

-Villeneuve brinda un torrente visual agotador y paralelamente se pasa 163 minutos dando palos de ciego.

Hoy vengo a hacer de malo, a desinflar todo el hype que los medios han ido creando con sus histriónicos artículos, poseídos por la falta de reposo postvisionado, la poderosa nostalgia y el desbordante talento visual de los señores Villenueve y Deakins. Porque aún tratándose de una más que innecesaria secuela de una de las grandes obras de la ciencia ficción, del cyberpunk y el cine negro; los responsables tras de ella hacen posible soñar con una secuela digna, de hecho eso mismo se antoja irresistible por parte de un fan que desea amar esta nueva historia producida por el propio Scott y co-escrita por el guionista de la original, Hampton Fancher. No obstante, siento decir que estamos lejos de aquella sensación que nos dejó Blade Runner, de su aura, de su aliento triste y ciertamente épico, de su belleza sucia y de sus personajes inolvidables. Esta apuesta fuerte de Villeneuve impacta como película íntegramente visual, pero nunca va más allá de su bonito envoltorio ni a nivel emocional ni cerebral. Por eso antes de empezar a escribir sobre esta inflada secuela, pido que hagan con ella lo que muchos consideran una técnica impecable para aprender a beber whisky. Échenle un poco de agua al dorado brebaje, eso reducirá la intensidad y les permitirá distinguir los sabores y elementos que lo componen. Habrán comprobado que la fuerza de este licor en particular proviene del alcohol, pero también que tras ese golpe superficial del apartado visual hay completa pobreza en cuanto a matices, emociones y sensaciones. Villeneuve ha hecho una película sin alma, pero lo peor es que ha hecho una película sin riesgos.