domingo, 23 de abril de 2017

Crítica de "John Wick: Pacto de sangre"

-Un buen puñado de escenas de lucha minuciosamente ejecutadas son el plato principal de esta secuela. También el aperitivo, el entrante, el postre y hasta el café del final. No hay nada más.

-Toda película, del tipo que sea, necesita de un argumento creíble que la haga avanzar. La acción por la acción no es suficiente.

El estreno de esta secuela de John Wick es casi como un acontecimiento en la cartelera española. La primera entrega nunca llegó a estrenarse en nuestras salas. En lugar de eso hubo que conformarse con verla por Netflix. Pero bien merecía una sala de cine, porque aquella película dirigida por Chad Stahelski y David Leitch es sencillamente unos de los mayores placeres que el cine de acción me ha proporcionado en años. Recuperar al Reeves más contenido (seamos buenos) para convertirlo en un personaje que destila misterio y “fuckerismo” e introducirlo en una cruda historia de mafias sobre un brillante submundo de asesinos por contrato. Además con una excusa argumental que funciona rematadamente bien y con un apartado visual que deleita con el aprovechamiento de las localizaciones y de paso unas coreografías de lucha para mojar pan. Normal que ya sea casi como una película de culto. Por esa razón esta secuela dirigida por Chad Stahelski (Leitch está con Atomic Blonde) era bien esperada, y parece que ha sido aún mejor acogida. Personalmente me han sobrado segundos para ponerme mis mejores galas e ir a disfrutar de esta maravillosa serie B. Por desgracia, me ha decepcionado.

Debo ser el único amante del cine de acción al que esta secuela no le ha parecido igual de buena o mejor que la original. La intro del filme es floja. No en cuanto a acción, pues a los tres minutos ya hay tres docenas de cadáveres apilados, lo que no parece una mala forma de empezar la película. Pero la motivación de semejante estropicio me deja algo confuso, y los flashbacks posteriores son desechables. Aguardo a que el desencadenante de la trama funcione un poco mejor, que aunque sea una chorrada me permita olvidarme del argumento y disfrutar del cinetismo y la forma puros y duros. No funciona, es mediocre y solo sirve para dar un rodeo largo y llegar exactamente al mismo punto. Por tanto, aunque este regreso avanza con permanente sensación de repetición, pesa mucho más el sentimiento de innecesariedad. Donde John Wick 2 es irreprochable es en la forma, teniendo un respeto casi sagrado por su condición de concatenación de impecables set pieces en las que se contrasta el vicio culpable de la serie B con un apabullante diseño de serie A. También hay que sumarle un fantástico uso del humor negro y un mayor grado de autoconsciencia que no mola tanto como antes pero le viene bien. Sin embargo, la cinta carece del componente emocional, la melancolía, la crudeza y el efecto sorpresa de la original; elementos fundamentales de aquella. Así pues, esta secuela solo me agarra con la fuerza necesaria a partir de la brillante escena de los espejos. Es una auténtica pasada, y lo que viene a continuación es un desenlace vibrante que te hace desear el cierre de la trilogía.

Pacto de sangre es el derroche de muertes, apuñalamientos, puñetazos, tiros y navajazos que todo fan de la primera entrega está deseando ver. Es una película diseñada con mimo, con un estilo inteligente y sorprendente que convierte cada escena en una carnicería memorable. El director encuentra la forma de alargar la vida de cada escena sin llegar a romper el efecto climático, y la mayor razón de ser del conjunto es su forma de expandir -y europeizar- la mitología que rodea a ese submundo de asesinos y sus reglas. No obstante, la carencia de una excusa argumental decente que mueva la sucesión de escenas de acción hace que en ningún momento se llegue al nivel de entretenimiento y funcionalidad de la primera entrega, que sigue siendo uno de los picos del cine de acción de los últimos años.


Alejandro Arranz

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