lunes, 21 de noviembre de 2016

Crítica de "Animales fantásticos y dónde encontrarlos"

-La ilusión, el sentido del descubrimiento y la magia se han esfumado. Este spin-off prefiere mostrar sus excelentes efectos especiales que contar una historia interesante y atractiva.

-La finísima presentación de tramas políticas y el carisma de los actores para conseguir que me caigan bien sus personajes son las virtudes de esta producción. La secuela debe mejorar mucho.

No me pondré a explicar lo que significó la saga multimillonaria del niño mago tanto en el cine como en la literatura. Pero Warner Bros y J.K. Rowling en algún momento querrían sacarle más jugo al universo de Harry Potter. Y realmente el universo dio miles de posibilidades para regresar modificando ciertos elementos. Así que la señorita Rowling se ha convertido en guionista para lo que será una pentalogía de “precuelas”. David Yates vuelve a los mandos en este inicio tras dirigir la mitad de las entregas de “Harry Potter”. El director de fotografía elegido es Philippe Rousselot (“Big Fish”, “Sherlock Holmes: Juego de sombras”) y en la partitura musical ni Alexandre Desplat ni Danny Elman, en su lugar tenemos a James Newton Howard (“Defiance”). Warner no ha reparado en gastos y nos trae un reparto coral en el que encontramos a: Eddie Redmayne, Katherine Waterston, Dan Fogler, Alison Sudol, Colin Farrell, Samantha Morton, Ezra Miller y Jon Voight -entre otros-. Veamos ahora como desembarca esta nueva aventura.

Estamos con diferencia ante la peor aventura del mundo mágico de J.K. Rowling. En ningún momento la cinta se quita de encima el peso que supone su condición de mera y superficial presentación de personajes, de ese “nuevo mundo” y de lo que está por venir, que se antoja mucho más interesante. No tengo la sensación de ver una película de elementos cohesionados, sino escenas sueltas sobre perseguir criaturas no demasiado fantásticas, precedentes a un insoportable enfrentamiento final. Básicamente porque todo ésto de las criaturas es una excusa argumental muy pobre para introducirnos en la Nueva York de los años 20, la cual está por otro lado, bien ambientada. Sea como fuere, la película está tan dispersa como lo están las criaturas de Newt Scamander. Algo que tiene mucho que ver con que J.K. Rowling no parece tener muy claras las normas básicas sobre la escritura de un guion cinematográfico, véase la inexistente narración. Aunque pudiera perdonarle eso, no hay razones que expliquen lo aburrido, confuso y absurdo que es su guion. Alude explicaciones importantes y las que da, las suelta a toda velocidad y cogidas con pinzas. Es fácil tener la sensación de no hacer pie en un trabajo tan farragoso e inconexo, parece que no sabes seguir la línea de puntos del cuadernillo cuando realmente el papel se ha caído al agua y la tinta se ha borrado.

Tampoco ayuda la incapacidad de David Yates de conjugar los incompatibles tonos que maneja la película, que salta constantemente desde el infantilismo hacia momentos de oscuridad realmente inquietantes. La primera de esas variantes, cuando opta por escenas de enredos mágicos, llega a emular los nocivos vicios de Peter Jackson en la trilogía de “El Hobbit”, algo terriblemente irritante. Tan solo en algunas escenas aisladas que desarrollan las futuras tramas, dibujan a los personajes principales (con algunos fallos) y retratan la situación de ambos mundos y sus diferentes facciones; el espectador es testigo de algo realmente interesante y prometedor que por desgracia tiene que ver -de nuevo- con lo que está por venir. En este capítulo predomina el chiste fácil, la excusa tonta y el uso reiterado de efectos especiales que no sorprenden en absoluto porque no se siente relación alguna con la historia. La desconexión total se hace palpable en el climax de la cinta, en el que el ruido y los derrumbamientos cogen la batuta durante un rato más bien largo. Lo único que funciona en todo momento es un reparto muy comprometido, en el que destacan Redmayne haciendo lo de siempre como solo él sabe hacerlo y la sorprendente Katherine Waterston. Colin Farrel sobra durante toda la película hasta que se lleva el aplauso al final.

No es una buena película, está mucho más cerca de ser un completo desastre. Si durante años la saga de “Harry Potter” fue un ejemplo de como las superproducciones de estudio pueden tener alma y un espíritu propio, auténtico y cautivador; “Animales fantásticos” es todo lo contrario, una película de estudio -mal- diseñada para convencer a un público poco exigente mediante efectos especiales, un par de criaturas de esbozo/acción fácil y condescendiente, junto a la promesa de que todo va a ser aún mejor. No me cautiva ni un poco lo nuevo de J.K. Rowling, por no tener no tiene ni argumento. Si quiere hacerme creer que se necesitaban cinco películas, ya puede esforzarse un poco más.


Alejandro Arranz

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