domingo, 9 de octubre de 2016

Crítica de “Un monstruo viene a verme”

-Una hermosa fábula entre la fantasía gótica y el melodrama mesurado. Bayona y Patrick Ness presionan los botones correctos.

-Un intenso viaje emocional sobre el arte, la imaginación, el paso de la infancia a la madurez, la muerte, las verdades incómodas y el perdón.

J.A. Bayona regresa con la última película de su trilogía sobre la maternidad y las relaciones materno-filiales. Patrick Ness, escritor de la propia novela, se encarga de adaptar el guión para que l director haga su magia. La película ha recibido muchos elogios antes de su estreno, Bayona ha dicho que es su película más personal hasta la fecha; sin embargo el panorama argumental sobre un niño con padres separados, que sufre bullying y con una madre enferma de cáncer; provoca cierta desconfianza. Antes de empezar a desgranar las virtudes y los problemas de la propuesta, recordemos que en el equipo repiten dos colaboradores del cineasta, el director de fotografía Oscar Faura (“Mindscape”, “The Imitation Game”) y el compositor Fernando Velázquez (“Gernika”, “Crimson Peak”). Por último encontramos un reparto muy potente, encabezado por la joven sorpresa Lewis MacDougall y el dúo Liam Neeson/Tom Holland como el monstruo (el primero la voz, el segundo la captura de movimientos); y seguidos de cerca por: Sigourney Weaver, Felicity Jones, Toby Kebbell y Geraldine Chaplin -entre otros-. Ahora veamos si al monstruo de Bayona se lo comen el melodrama y las ambiciones, o si su visita merece realmente la pena.

Bayona ha hecho una película emocionante y conmovedora, pero también excesivamente calculada. Se ha encontrado con uno de sus ídolos/maestros, y gracias a su forma personal de darle vida al mundo en el plano cinematográfico; ha ido más allá. Hablo de Spielberg, que hace poco estrenaba una película de similitudes evidentes, “Mi amigo el gigante”. El filme basado en la historia de Roald Dahl a priori parece muy diferente a lo que cuenta la historia de Patrick Ness, pero ambas están fuertemente imbuidas por el tema de la muerte. Y si vamos más allá, también esta cinta es deudora de nuestro amado E.T., no sólo por un diálogo extraído directamente del filme, sino por varios tratamientos temáticos. Así pues, Bayona nos introduce en algo entre “El laberinto del fauno” de Guillermo del Toro y el cine de Spielberg, para contar una historia -eso sí- con su firma y su estilo únicos. Nos adentramos en un viaje emocional sobre la perdida de la inocencia, la aceptación de la muerte, la culpa y la verdad, el aprendizaje, los secretos inconfesables y muchos otros temas complejos que Bayona afronta desde la distancia entre el mundo adulto y la imaginación infantil, con un respeto por la infancia tan sorprendente como necesario para contar con honestidad esta historia, situada a medio camino entre esos dos mundos. Donde se es demasiado maduro para ser un niño, pero demasiado ingenuo o quizás temeroso, para aceptar la verdad del ser adulto.

La narración de Bayona es excelente, con cada pieza encajando a la perfección dentro de la película. Su precisión juega tan a favor como en contra, pues la película puede sentirse demasiado calculada. Todo funciona como un reloj, desde la iluminación, la banda sonora o el reparto (destacando un brillante Lewis MacDougall), hasta una puesta en escena tan minuciosa y funcional como matemática; con lo bueno y lo malo que ello implica. Lo que sí le puedo elogiar sin peros a la película y a Bayona, es por un lado el alejamiento del efectismo o la sensiblería de baratillo, en pro de la honestidad emocional, la delicadeza, la sobriedad y ese sosiego que transmite en lugar de acrecentar el efecto lacrimógeno. Por otro lado los cuentos del monstruo, las escenas en las que la película abandona su propia fórmula probada, para volar libre gracias -en parte- a una animación en acuarela totalmente maravillosa. Los efectos funcionan muy bien, y el monstruo de Holland y Neeson resulta memorable de principio a fin. No sólo por su diseño, su voz o sus movimientos; sino como representación de la verdad no siempre fácilmente discernible, del arte y la imaginación como cura, de la unión indisoluble entre madre e hijo o del vínculo entre dos mundos entre los que se transita no siempre como perdida de uno, sino como aceptación del otro gracias a las virtudes del primero.

Mucha gente se verá enormemente conmovida por la historia de Connor, otros quedarán fríos puede que por el contraste entre la efectista publicidad y la mesura y concisión emocional-narrativa del producto final. Un servidor admite que Bayona ha hecho una película impecable, en la que cada mecanismo funciona tal y como debería, sin salirse nunca de su esquema. Sin embargo el respeto con el que habla de la infancia, la sinceridad y sensibilidad con la que afronta las emociones y los complejos temas principales, así como los mágicos cuentos animados y su perfecta adhesión a la narración; me revelan un espíritu interno que anda lejos de los códigos del cine comercial o de la fábula convencional. Noto que Bayona ha hecho su película desde sus entrañas y no puedo más que recomendar una obra que tiene tanta verdad en su interior.


Alejandro Arranz

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