martes, 14 de junio de 2016

Crítica de “The Nice Guys”

-Shane Black regresa a la gran pantalla con una explosión setentera de risas chabacanas y colorido “pornomatográfico”. Crowe y Gosling hacen un dúo cómico exquisito.

-Puede que la película sea trivial, tenga un alma comercial o unas aspiraciones artísticas no aptas para algunos estratos sociales. Pero realmente es un caramelo prohibido que se disfruta tanto como cualquier cinta de Black. Está plagada de diálogos agudos y su apartado visual es una pasada.

Si no sabéis quien es Shane Black es casi seguro que habéis estado metidos en una cueva los últimos 30 años por lo menos. Este guionista y director de cine amante de la navidad, se hizo muy famoso a finales de los 80 y principios de los 90 con sus guiones para comedias de acción que marcarían la edad de oro del género. Véanse la saga de “Arma Letal”, “El último Boy Scoutt” o “El último gran héroe”. También hay una pequeña leyenda que cuenta que el productor Joel Silver le contrató como actor secundario en “Predator” para que reescribiera el guión del filme. Después de estos años Black desapareció de Hollywod hasta su regreso en 2005. Su vuelta sería como guionista y debutando como director en una comedia negra de acción. Un neo-noir de compañeros improbables protagonizado por un joven Robert Downey Jr., un recobrado Val Kilmer y la encantadora Michelle Monaghan. El filme, con el título "Kiss Kiss Bang Bang", fue una hilarante vorágine de grosería y violencia que marcó definitivamente el estilo de Shane Black, que lo tiene, y a raudales. Su segunda cinta como director sería la tercera entrega de la franquicia “Iron Man” (en la que también trabajaría con Downey Jr.), la cual sería muy criticada por los fans de los cómics a pesar de ser con diferencia la más fresca de todas. Ahora regresa con otro neo-noir de compañeros con toneladas de acción y risas, pero ambientado en la época dorada del cine experimental (es decir, el porno), los coloridos, disparatados y alucinógenos años 70. Y siguiendo con los estilemas “shaneblackianos”, el director escoge a dos antihéroes de los más inmaduros para formar equipo por cuestiones del azar y el dinero. Ryan Gosling y Russell Crowe co-protagonizan esta nostálgica aunque ciertamente innovadora propuesta con la que Shane Black quiere volver a demostrar que es uno de los reyes del gag físico y visual.

La historia transcurre, como no podía ser de otra forma, entre las interminables calles de Los Ángeles. Una época y un lugar en el que si tiras una piedra, encuentras un par de docenas de detectives privados alcohólicos, derrotados y psicóticos; gente fracasada en su vida personal pero con usual olfato para la investigación. El último término, psicótico, va muy bien con Jackson Healy (Russell Crowe), un matón a sueldo que quisiera convertirse en detective para ser útil. Lo que no sabe Healy es que frente a la primera definición que he hecho sobre esos detectives que se anuncian en panfletos color beige que encuentras en las farolas de tu barrio, hay otro tipo de detectives algo más inusuales. Un tipo de detective que simplemente es incompetente. Así conocemos a Holland March (Ryan Gosling), durmiendo vestido en una bañera llena de agua. Este espécimen incapaz de hacerse el nudo de los zapatos, gana la mayor parte de su dinero engañando a ancianas enajenadas. Es una mala persona que sabe que nunca será feliz. Así es como por motivo del azar estos dos tipos nada agradables, se unirán para acabar haciendo algo más o menos útil. Bueno, en realidad más que el azar, el comienzo de la investigación lo da un “MacGuffin” en relación al porno con argumento. Una vez pasada esa prometedora introducción lo que queda es asistir a un divertidísimo e impagable viaje (con una igualmente impagable banda sonora) que homenajea y retuerce los cánones de las “buddy movies”, el colorido porno setentero con argumento y el cine negro; introduciendo sus señas de identidad en el mundo de Shane Black. Un lugar caótico y sin censura, que hará que te partas de risa y ansíes una secuela.

La verdad es que tras la magnífica introducción, la película pierde mucha energía humoristica durante varias secuencias; por suerte va cogiendo ritmo y encadenando golpes cómicos de mucho nivel con escenas de acción coreografiadas con un gran respeto y conocimiento por el “slapstick” de la etapa Terence Hill y Bud Spencer, pero con un Ryan Gosling mucho más en la línea del gran Peter Sellers. También mencionar la escena en la que Gosling encuentra el cadáver del productor, referencia pura al cine de Abbott y Costello (en particular al filme “Contra los fantasmas”). Por lo tanto aunque el humor fluye a través de los ingeniosos diálogos, donde mejor le funciona a Black es en la apuesta visual. Desde el principio se ha confirmado como un genio de la comedia gráfica, y aquí se reafirma gracias a un humor cinético, físico y cuyo ritmo va “in crescendo”. Además el estilo pulp de película de serie Z, y el colorista diseño de producción sumado al impecable trabajo del director de fotografía Philippe Rousselot; crean una atmósfera tan entrañable, nostálgica, caricaturesca y sensacionalmente cutre que hipnotiza. Aún así pese al constante contenido cómico, Black no se olvida de desarrollar la trama dramática y hay que elogiar su capacidad para conseguir un muy atractivo retrato de los personajes principales en continuo y pausado desarrollo más allá de la típica escena/interludio de turno. Por último hay que hablar del reparto. Empezando por una eficaz Angourie Rice en un rol muy propio del cine de Black, siguiendo por una Margaret Qualley radical ruptura del arquetípico personaje del cine negro, y haciendo una breve pausa antes de acabar para aplaudir el cameo de una recuperada Kim Basinger (que vuelve a trabajar con Crowe tras 20 años), aunque no hechice como lo hacía en “L.A. Confidential”. Para el final dejo al dúo Crowe-Gosling; que funciona con una perfección asombrosa. La química entre ambos actores parece algo palpable. No obstante destaca Gosling, que se echa la película a las espaldas y con cada gesto y cada ruido histriónico revela una desaprovecha y magistral vis cómica.

“The Nice Guys” es casi todo lo que se puede esperar de un nuevo trabajo de Shane Black. El guionista y director reformula y caricaturiza a placer los géneros que él mismo ayudó a establecer para reírse de ellos y de la estructura Hollywoodiense. Como dije en un principio, no estamos ante una película profunda, de densas y relevantes reflexiones sociológicas o pretensiones desmedidas. Estamos ante una intensa y comercial apuesta por el entretenimiento y el gag visual, que recuerda a Mel Brooks, a Buster Keaton y al humor antigravedad del dibujo animado de los años 40-50 (“Coyote y Correcaminos”, “Tom & Jerry”, etc). Si con eso no les convenzo puedo aventurarme con la siguiente analogía. “The Nice Guys” es como si “Chinatown” y “El Gran Lebowsky” salieran de fiesta y esnifaran unos buenos gramos de la esencia “thomasandersoniana”de “Boogie Nights” y “Puro Vicio” para acabar durmiendo la mona en el sofá de Shane Black. ¿Se apuntan?


Alejandro Arranz

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