domingo, 17 de abril de 2016

Crítica de “El libro de la selva” (2016)

-Un portento técnico y visual. Favreau y un gran equipo de técnicos del CGI, utilizan todas las herramientas a su alcance para contar una historia valiente, efervescente y con corazón.

-Un espectáculo arrollador que además de entretener sabe explotar las emociones de sus personajes, desarrollar algunos temas interesantes e innovar en enfoques o tonalidades al mismo tiempo que homenajea con nostalgia el filme de Wolfgang Reitherman.

Con todos los remakes y los remakes “live action” que llevan intentándose desde hace un par de décadas (algunos fracasando, otros retrasándose y muy pocos logrando sus objetivos) no es de extrañar que a priori las propuestas de estas nuevas versiones “live action” de la historia de Rudyard Kipling no acabaran de convencer al gran público. En primer lugar está la de Warner Bros, que supondrá el debut en la dirección de Andy Serkis. Y por último la que vengo a analizar aquí, la de Walt Disney Pictures. Aunque la gente era reticente inicialmente, el filme poco a poco fue tomando forma, una muy interesante. Gracias por un lado a la elección de un director tan enérgico y musical como Jon Favreau (“Chef”, “Iron Man”), que le venía como anillo al dedo a la película, y por otro al increíble reparto que protagonizaba la cinta en cuestión. Los actores elegidos para poner voz y movimientos a las criaturas de la selva son -entre otros-: Bill Murray, Ben Kingsley, Idris Elba, Lupita Nyong'o, Scarlett Johansson, Giancarlo Esposito y Christopher Walken. Por otro lado el protagonismo humano lo tiene Neel Sethi, el nuevo Mowgli de carne y hueso. Miedo me dio leer que el guion corría a cargo de Justin Marks (“Street Fighter: La leyenda”) pero después de todo ha hecho un trabajo de suma corrección. Dicho esto sólo queda comenzar a escribir de lo que me ha parecido la versión de Favreau de las aventuras de Mowgli en la selva. Vamos a ello.

El comienzo de la cinta es toda una declaración de intenciones por parte del director. Una electrizante persecución por el interior de la selva en la que vemos a nuestro pequeño protagonista, correr, saltar, balancearse y tropezar a ritmo vertiginoso e integrado en ese precioso mundo digital. El propio actor parece formar parte del resto de componentes irreales que vemos en pantalla. Pero eso no es lo único que cautiva desde esa escena inicial hasta los deliciosos créditos finales. Es el movimiento de cada hoja, cada rama, cada gota que cae y cada microbio que se mueve y respira en esa selva creada digitalmente. Es impresionante, hipnótico, a veces es casi imposible distinguirlo de la realidad. Pienso en el trabajo que ha llevado investigar los movimientos de toda esa fauna y flora, tomar todas esas notas, representar todos los datos matemáticamente en las gráficas y los programas informáticos hasta que llegara a ser lo que vemos en pantalla (perdonen el simplista resumen del proceso). Es algo maravilloso, un prodigio técnico que se llevará todos los premios este año y que además está utilizado como una herramienta para contar una historia, un medio que sirve para meternos de lleno en una aventura épica, emocionante y humana. El logro colosal no es que cada personaje animal parezca real para los ojos, sino que además tengan una personalidad, un alma y un volumen dramático. Algo a lo que ayudan los excelentes actores que hay detrás de cada criatura y que obligan al visionado en VOSE. Si puedes conectar emocionalmente de alguna forma con una pantera o un oso, Favreau, sus magos del CGI y su reparto; se merecen -todos por igual- un aplauso.

Es posible que la ligereza propia del director, sumada a la constante búsqueda de espectáculo y al recién adquirido peso emocional de la cinta; hayan dejado los tratamientos temáticos (capacidad destructiva del ser humano, significación de la familia, fin de la inocencia, equilibrio vital y natural, etc) algo escasos en relación al texto de Kipling, aun así comparada con su antecesora animada es ciertamente más compleja. No obstante también quiero dejar claro que la ligereza de la que hablo no es un sinónimo de “infantilismo” ni nada por el estilo. De hecho hay aspectos mucho más maduros y adultos, una mayor atención a los personajes secundarios, un villano más aterrador que ayuda a a Favreau a jugar con toques del género “survival” y en general un enfoque mucho más oscuro que en las adaptaciones anteriores. También hay ciertas modificaciones que se utilizan para “espectacularizar” la película, y de las que ésta (para sorpresa de algunos) no sale mal parada. Por último antes de pasar a la conclusión, indicar que las canciones principales siguen intactas, y es porque Favreau ha intentado avanzar, entregar algo nuevo por matices o tonalidades, pero manteniendo siempre el respeto y el formato homenaje a la película animada de Disney.

Jon Favreau ha creado una de las mejores películas de acción real de la marca Disney. Un remake que maravillará a toda la familia por igual y que en ningún momento hace pensar en comparaciones. Tiene un espíritu inquebrantable, un gran sentido de la aventura, del descubrimiento, un ritmo perfecto de principio a fin que hace que nunca apartes la vista de la pantalla y que la película se pase volando. Vayan a ver el último milagro de la casa Disney y saquen al niño que llevan dentro para vivir una aventura apasionante que cautivará su vista, sus oídos y su corazón. Un servidor aún sigue tarareando mientras escribe estas líneas.


Alejandro Arranz

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