viernes, 28 de agosto de 2015

Crítica de “La vida en llamas”

-Un documental admirable y bien hecho que llama la atención sobre una labor poco conocida y reconocida.

-Manuel H. Martín aborda su quinto trabajo con valentía, carácter y sentimiento.

Tras cortos de interés como “El árbol seco” o “El defensor”, Manuel H. Martín dirigió el excelente documental animado “30 años de oscuridad”, un duro drama ambientado durante la posguerra española. Con este optó -sin premio- al Goya a mejor largometraje documental. Ahora, tras cuatro años (tres de ellos inmerso en este proyecto) se dispone a estrenar este nuevo e interesante documental. El director y su equipo llevan dos años siguiendo día a día a los miembros del BRICA (Brigada de Refuerzo contra Incendios de la Comunidad Autónoma de Andalucía) y a sus respectivas familias. Martín nos cuenta su historia, la de esos 12 hombres que se juegan la vida cada día mientras el resto disfrutamos del calor del verano refugiados bajo una sombrilla. Profesionales muy preparados que conocen a su enemigo y lo vencen gracias a la cooperación- y la coordinación-, la paciencia y mucha valentía; el término héroe no es a menudo utilizado de forma tan apropiada como en esta ocasión. Sin embargo la mayoría de personas no le dan importancia a esta labor, o incluso la desacreditan diciendo cosas como “esos sólo van a jugar a las cartas”. Esa es una de las razones para llevar a cabo este documento de interés humano cuya recaudación irá destinada a los bomberos forestales. El filme llegará a los cines el próximo 4 de septiembre mediante un sistema de distribución bajo demanda; después, también se emitirá a través de Discovery Max una versión ampliada convertida en serie de televisión y presentada por el periodista David Beriain.

Casualmente la película llega a las salas tras el peor semestre de los últimos tres años en lo que a incendios se refiere, quemándose en lo que va de año -según cifras oficiales- unas 52.227 hectáreas, una cifra terrorífica que casi llega al total de hectáreas arrasadas sumando los dos años anteriores, que fueron aproximadamente 57.000. Con una media de 1000 horas de rodaje para minutar, seleccionar y montar, el director tomó la decisión de contar esta historia a través de tres hilos conductores, personificados en tres de los miembros del BRICA: Gustavo (el líder), Curiño (el novato) y Abarca (el veterano). Tras esta decisión una de las siguiente fue la de enfocar el proyecto de una forma íntima, cercana a estas personas, a sus sentimientos, a sus pensamientos, a sus seres queridos, etc. Y como bien dice Martín “Son gente que trabaja por vocación, todos son amantes de la naturaleza, muy preparados física y mentalmente”. De este modo aparte de verles realizando su trabajo, en medio de ese infierno de llamas y ceniza cuyo olor se te pega a la piel por más de tres días, también les vemos en casa o en la base. Siempre en tensión, esperando a que suena la alarma, para coger sus cosas, subir al helicóptero y salvar la vida (tenga o no ojos como bien dice Gustavo). Todos nos dicen que sus compañeros son familia, pasan tanto tiempo juntos y se resultan tan necesarios mutuamente, que los lazos que les unen se fortalecen día a día, a pesar del miedo y de cualquier otra cosa. Sin embargo esas esperas en la base que tantos ven como echarse unas risas haciendo deporte o jugando al dominó, resultan sofocantes, debido a esa intranquilidad permanente. Uno de los integrantes menciona que el timbre de una escuela cercana a su casa suena igual a la alarma de la base, y pese al humor del comentario es un manifiesto que inquieta, casi como cuando un soldado vuelve de la guerra y se tira al suelo por cualquier sonido fuerte que resuene alrededor, este es otro tipo de guerra, con un enemigo cada día más peligroso e imprevisible.

Algunas de las personas entrevistadas expresan sus dudas, sus miedos, otras lo dicen todo con sus miradas. Cuando tienes una familia, lo arriesgas todo cada día y también vemos la otra cara de la moneda, la novia, la esposa, la madre o cualquier miembro de la familia que espera en casa un mensaje de texto aunque sea tan corto como un “ok” o un “estoy bien”, la imposibilidad de dormir sin haber tenido noticias de su ser querido que bien podría trabajar con horario fijo en una oficina y volver a casa para cenar, y que sin embargo hace lo que hace por sus ideales. Y todo esto teniendo en cuenta que muchos incendios son provocados y el desinterés general de la población por un problema de tal magnitud. No todos pueden hacer día a día este trabajo, con tanta presión, tal nivel de peligro y por ende tanto que perder, y también están otros como Abarca (con sus 61 años y 30 de profesión) que no se imaginan haciendo otra cosa, pero por ironías del destino para algunos su edad no le permite seguir, pues a pesar de aprobar los exámenes con nota y de que su forma y su experiencia indiquen lo contrario, es obligado a jubilarse. El director en 80 minutos nos introduce de lleno en el mundo de estos profesionales que se juegan la vida cada vez más a menudo y lo hace con atención al detalle y estilo visual, aunque da la impresión de que con 20 minutos menos de metraje, el documento habría quedado más redondo. Recomiendo ver este trabajo de Manuel H. Martín para abrir los ojos frente a este importante tema de actualidad, tal vez no sea el documental del año pero lo que dice tiene mucho interés, y además de sus buenas intenciones es lo que se llama buen cine patrio.


Alejandro Arranz

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