miércoles, 12 de agosto de 2015

Crítica de “Good Kill”

-A priori el tema es fascinante, otro asunto es como lo maneja Niccol. Ethan Hawke lo hace bien interpretando a un hombre jodido y apático que no puede volar.

-Un drama tenso, bien dirigido y demasiado superficial en el tratamiento de sus ideas. El ritmo pausado es perfecto pero el guión desaprovecha lo importante y cae en el aburrido melodrama.

Andrew Niccol es un director con buenas ideas, pero últimamente no han cuajado demasiado bien sus proyectos. Desde que estrenara en 2005 “The Lord of War” (una película soberbia con un excelente Nicolas Cage), no ha vuelto a entregar una película en condiciones. “In Time” era una idea interesante que no acabó nada bien y la adaptación de la “novela” de Stephenie Meyer fue -como era de esperar- espantosa, de hecho si obviabas la dirección de Niccol podrían hasta prohibirla por asesinato masivo de neuronas. Así que el año pasado estrenó “Good Kill”, un thriller dramático con tintes morales sobre el uso de drones en un nuevo concepto de guerra que no entiende de países, leyes, justicia ni ética. El guión lo escribe el propio Niccol y el reparto lo encabeza Ethan Hawke, al que acompañan con gran destreza secundarios como: Jake Abel, January Jones, Zoë Kravitz y Bruce Greenwood -entre otros-. El filme aún no tiene fecha de estreno en nuestro país.

Comenzamos con una escena muy tensa, que nos introduce de lleno en el trabajo sucio que realizan estos militares. De un plumazo frío e implacable los objetivos han sido eliminados, desde una cabina segura y con aire acondicionado en pleno desierto del estado de Nevada. Ahora uno puede coger su coche e ir a su casa con su familia tras salvar al mundo de unos horribles e inhumanos terroristas. El sueño americano en todo su esplendor; tal vez si el mundo no tuviera aristas y unos cuantos tonos de gris. El personaje de Hawke, pragmático, callado, un ex-piloto magnífico que tras muchos años acabó sirviendo en el servicio de drones. Para él es jugar con un videojuego y está quemado por no poder volar y por las connotaciones negativas de sus funciones en la base. Corre con su coche para intentar sustituir minimamente la sensación de libertad y peligro que le transmitía estar a los mandos de su caza, se compra su botella de vodka de cada día para ahogar las penas y se va a su casa de cartón-piedra con ese césped artificial en un barrio de adosados tan falso como utópico para algunos, pero que en verdad no consigue hacer olvidar el hecho de que unas horas antes has acabado con la vida de personas reales. La ciudad elegida, Las Vegas, tan prefabricada, iluminada y ruidosa como un videojuego, una paradójica reflexión que Niccol también utiliza con suma corrección. Por último, sus hijos y su mujer, una relación familiar que cada día va a peor, pues él se lleva los problemas del trabajo a casa y no busca compartirlos. El filme nos pone en su piel tanto en el trabajo como en el hogar, una decisión que el tiempo dirá si es o no adecuada. El ritmo pausado y contenido funciona estupendamente, Niccol crea una atmósfera clauostrofóbica y en general su trabajo en la dirección es muy eficiente.

Sin embargo el guión no profundiza en las muchas ideas interesantes que se plantean, pasa de puntillas por encima de ellas sin molestarse en parar a desarrollarlas. Algunos buscábamos una férrea crítica política sobre los inmorales mecanismos de inteligencia, la elección de objetivos, la guerra preventiva, etc. Un punto en el que si brilla el guión (y la realización) de Niccol, es el juego con la ambigüedad: el bien y el mal que hace preguntarse quien es el verdadero terrorista cuando atacas a gente en su casa, donde vive su familia, alrededor de la que juegan niños (bajas colaterales o crímenes de guerra) y todo sin estar seguro de que ese sea realmente un enemigo, despiadada frialdad que llega incluso a llevar a cabo un segundo ataque sobre las personas que van a socorrer a los heridos. Hay algunos momentos tan inteligentes como inquietantes que demuestran la capacidad del director para hacernos reflexionar sobre temas tan actuales como alarmantes. He ahí otra de las virtudes del filme, tratar un controvertido e importante tema de actualidad que la mayoría de la gente apenas conoce. No obstante podría haber llegado mucho más lejos, convertirse en una de las mejores películas sobre la guerra moderna (esto no es “En Tierra Hostil”). Pero elige desviarse hacia el melodrama tópico y cansino. Los problemas familiares se convierten en el centro de atención del filme y eso es un error terrible, no sólo por dejar a un lado las ideas fundamentales de la propuesta, sino porque los personajes son anempáticos. Si eliminamos el buen trabajo de Hawke no queda mucho que elogiar cuando la cinta cambia radicalmente hacia ese género. Aunque las escenas del dron siguen siendo tensas e impactantes toma más importancia el previsible leitmotiv con el que el neozelandés intenta redondear la película al tiempo que busca crear empatía final con el personaje a través de esa rebeldía con la que llama a todos los espectadores.

Andrew Niccol entrega una muy interesante película sobre la guerra. Altos cargos que juegan a ser dios y hacen que otros aprieten un botón acabando con vidas humanas en base a una información poco fiable. Organismos gubernamentales que ordenan ataques secretos sobre civiles desarmados, en sus casas, sin dejar constancia de esos actos terroristas y bajo órdenes codificadas cuyos razonamientos dan para horas de debate. Quizás por prevención, quizás porque la frialdad dialéctica le resta hierro a los terribles actos que llevan a cabo, juzguen ustedes. En definitiva, puede que la narración flaquee, que el melodrama le gane terreno al drama denso y grisáceo e incluso que sólo algunas ideas del filme estén debidamente desarrolladas, pero es que esas ideas, golpean fuerte al espectador, y por esa razón aún con sus numerosos fallos, “Good Kill” es una película que deberían ustedes ver. Les aseguro, que no les dejará indiferente.


Alejandro Arranz

No hay comentarios :

Publicar un comentario