sábado, 15 de febrero de 2014

Crítica de “Cuando todo está perdido”

-Agobiante, abrumadora, la experiencia más física de la temporada; exorbitante Robert Redford.

-Una película imperfecta pero con un fallo en particular que la lleva a ahogarse, no hay emoción ni intensidad, el viaje se hace aburrido.

El guionista y director J.C. Chandor regresa tras fascinar a la crítica en 2011 con su filme debut, “Margin Call”, por el que estuvo nominado en los Oscar al Mejor guión original, para traernos una propuesta totalmente distinta: la lucha entre el hombre y la naturaleza, la Odisea de un Robert Redford que entrega una de sus más difíciles y sinceras interpretaciones, una aventura en alta mar no apta para todo tipo de público (prácticamente cine mudo) y que finalmente vale mucho más como experimento que como película en si; pues más allá de sus simples fallos se encuentra el que la hunde, la falta de energía la hace demasiado agotadora, tanto que uno se aburre inmensamente y al final importa más que acabe pronto que lo que le ocurra al protagonista; me da la impresión de que permanecí en la sala por Redford y en ese sentido salí más que satisfecho.

Mi reflexión anterior es sencilla de explicar, como experimento “All is Lost” es una auténtica joya; mientras año tras año nos encontramos con doce meses de efectos especiales, explosiones, guiones estúpidos, remakes de remakes, novenas partes de sagas que mejor no hubieran visto la luz y tanta basura entre la que con algo de suerte podamos encontrar un par de películas realmente buenas, el proyecto de J.C. Chandor y Robert Redford es una propuesta alejada de todo lo que podamos buscar en el cine reciente, no viene al gusto del consumidor sino que es una película para una cantidad limitada de público que consiga soportarla y extraer contenido de ella (que lo hay en cantidad), una abrumadora aventura sobre la lucha de un hombre contra el mar en la cual a penas se pronuncian un par de palabras, lo que lleva al extremo el realismo que el director insiste en darle a la cinta, por todas estas decisiones y otros elementos que comentaré en lineas posteriores constituye un experimento cinematográfico inmenso. Por otro lado, como película acaba siendo un fracaso estrepitoso y también una de las decepciones más dolorosas del año, pues es una película que nunca acaba de clavar sus puntos fuertes y cuya persistencia por darle realismo a cada plano acaban por desinflar la narración; Chandor rueda con mucha inteligencia y también con un realismo analítico pero se olvida de darle a la aventura la emoción y adrenalina necesarias para lograr empatía con el personaje (cosa que intenta lograr Redford por si mismo) y para hacer sudar al espectador por miedo en vez de por lo pesado que se vuelve el viaje.

Las palabras sobran pues lo que la película quiere contar lo hace a través de las imágenes, por eso es un logro aún mayor lo bien filmada que está; algo parecido ocurre con la mayor baza del filme, Robert Redford realiza una interpretación enorme y a la vez pequeña, pasa desapercibido y a penas pronuncia palabra pero sus gestos son impresionantes y el trabajo físico que realiza es toda una proeza; me hace preguntarme si siendo la película como es podría empatizar con el personaje si no estuviera interpretado por Redford o si el viaje me interesaría lo más mínimo, y os diré una cosa, la película no sale bien parada de la conclusión. Lo importante es que a sus 77 años, un actor de la talla de Robert Redford ha sido capaz de lograr una de sus mejores interpretaciones y la más física que haya realizado jamás, y eso más que palabras mayores es un prodigio cinematográfico.

El guión del propio Chandor es uno de los mayores problemas de la cinta, es muy tramposo, en su afán por crear tensión y provocar angustia en el espectador arrincona cada vez más al protagonista de una manera indigna y embustera, el plan es que Redford vaya quedando en un lugar más pequeño, peor y con más peligros alrededor, pero se va produciendo una sensación constante de déjà vu que hace aburrirse al espectador con tanta pesada repetición de situaciones; también tiene fallos más pequeños pero igual de importantes como son algunas acciones incomprensibles del protagonista o el desenlace, que visualmente es fascinante pero ni me lo creo, ni me interesa.

Todo queda dicho, la asfixiante aventura marina de J.C. Chandor no tiene la fuerza suficiente para ser una gran película pero si para ser recordada como un fascinante proyecto, con todos sus aciertos acaba por desinflarse por culpa de problemas en los elementos principales de cualquier obra cinematográfica como ritmo, guión, etc. No importa pues sigue siendo una película muy recomendable para cualquiera dispuesto a aguantar el sopor que llega a provocar en ciertos momentos y la constante falta de energía; acudirán ustedes a una aventura submarina sin precedentes, a una lucha contra el mar que dice mucho sin la necesidad de hablar, a la grabación de una cámara que se mueve entre el realismo más perfeccionista y una belleza salvaje, pero más allá de fallos y virtudes serán testigos de la única y verdadera razón de ver este filme, Robert Redford, se apodera de la pantalla y durante 106 minutos le ofrecerá una interpretación capaz de mover montañas.


Alejandro Arranz

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